miércoles, 26 de enero de 2011

La ley del Tote



Es el odio como herramienta para existir. Eso es la escritura de Fernando Vallejo. Acabo de terminar hace pocos días la novela "La Virgen de los Sicarios" y tengo la impresión de no haber hallado ninguna historia. Cerré el libro con una vaga idea de haber oído a un tipo que reniega de todos los seres humanos, y que trazó a dos personajes para llevar a cabo su cometido. Nada más. No, como lector no me siento estafado; hasta alentado me encuentro. Repercutió hasta en mi propia escritura. Vaya, no me sentía tan contento desde que leí "Trópico de Capricornio" de Henry Miller. Lo que en éste último es una orgía de autodescubrimiento a través del sexo, en Vallejo es un desconocimiento de todo y de todos al final del cañón de un revólver. En alguna parte de la narración se cuentan más de cien cadáveres en su travesía por un Medellín alucinante y alucinado, salvaje, crudo, violento, agrio, estruendoso y arruinado. Tiene similitudes con La Divina Comedia de Dante, porque también el narrador cuenta con su Virgilio, Alexis, su amante, con el que tiene su primer encuentro en un cuarto lleno de "mariposas". Así es como Medallo -el apodo que los colombianos le dan a esa ciudad- tiene semejanza con los distintos planos del Infierno. Fue una lectura agradable, aunque no es para mentes castas o criterios tibios. No hay ningún cuidado en cómo nombrar las cosas; aunque, eso sí, no toca para nada el tema sexual, ni por asomo. Lástima, faltaba una pizca escabrosa en ese sentido. Ni modo. Afortunadamente disfruté a conciencia la lectura, apesar de completarla en tres días. Ojalá así estén las que vengan.

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