lunes, 18 de abril de 2011

PIEDRA


El Silencio es el disco que más me gusta de Caifanes. Únicamente lo tuve en cassette. A mí no me tocaron los románticos tiempos del vinil. Recuerdo que compré mi primer walkman para tocarlo. No era de marca. De hecho era pirata. Pero gracias a ese aparato pude apropiarme de la música que me agradaba. De todas las canciones del cassette, la que más me gustaba era Piedra. Los versos me mataban. Acabo de leer en la Wikipedia que Saúl Hernandez escribió la canción para narrar su propia adicción a las drogas. No sé si pecaba de inocente, pero nunca se me ocurrió pensar en tal origen de la letra. De hecho las letras del grupo eran crípticas, herméticas, oscuras. Al principio intentaba descrifar las metáforas, pero después sólo me interesó escuchar la melodia. Caifanes fue el primer grupo que se interesó en fusionar la música tradicional mexicana con el rock. De hecho era parte de la identidad del grupo: crear monstruitos sónicos hechos de la mezcla entre ambos géneros musicales. Un verdadero ejercicio de cut and paste. Por ejemplo, en el caso de Piedra, cuando la voz de Saúl deja de cantar, el ritmo cambia drásticamente hacia el de una banda tradicional de pueblo. Siempre que escucho de nuevo la canción, ese final me provoca sensaciones placenteras. En ese entonces, con mi walkman pirata, escuchaba la radio por las noches, y las emociones que me provocaba escuchar esa música fue lo que me impulsó a escribir. Sin teoría, sin nociones, pero con visceras e impulsivamente, anotados en libretas de distintos tamaños. Así fueron mis primeros escritos. Usé el título de ésa canción precisamente para uno de mis primeros poemas publicados. El texto hablaba de una tarde en una plaza de ésta ciudad, incluso hacía mención de la estatua que continua apostada ahí. Algún mérito debió tener el texto que una extinta revista universitaria llamada Rizoma lo publicó. Sólo llegué a ver el ejemplar una vez, pero como en ese tiempo llevaba un noviazgo dificil y tenía menos dinero que ahora, no lo compré. De cualquier modo tuvieron el detalle de mandarme un email de la redacción de la revista avisándome. Fue una época de mi vida en que las cosas iban más rápido de lo que podía digerirlas. A veces, cuando releo Trópico de Capricornio o Sexus de Henry Miller, puedo sentirme identificado con algo de lo que él vivió. Esas ansias de derrochar el tiempo, aventurarse através de calles y sotanos oscuros, húmedades femeninas y personajes extraños. Un amigo, él sí un gran poeta uruguayo, Saúl Ibargoyen, dice: Somos el resultado de muchas mujeres. Yo agrego: También de muchas canciones. Piedra es uno de los momentos en el que me ví a mi mismo tal cual soy. Me regresa a un pasado en el que las canciones tenían ideas que se tenían que buscar. Para mí, la piedra era la vida que nos golpeaba hasta que ya no sabíamos quiénes eramos. O la memoria que nos recalcaba nuestros errores. Cualquiera de los dos significado es válido para mí. Piedra, dejame Piedra. No me deformes más, dejame como soy.

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